Dentro del plan divino para salvar a
Jesús (no a la humanidad, pues, cada persona es juzgada según sus pensamientos,
palabras y acciones), se presentaron circunstancias extraordinarias para no
permitir su muerte en un madero, es decir, como un maldito.
¿Cuál ha sido la forma más frecuente de
la intervención divina, vistos en muchos relatos bíblicos y no bíblicos?
Indudablemente, los sueños. Muchos científicos han contado que vieron la
fórmula definitiva para su invento en un sueño. En la Biblia son abundantes las
intervenciones divinas mediante los sueños. Yo vi en un sueño la tercera
concepción filosófica, planteada en mi libro: FILOSOFÍA PARA TODOS.
Como devoto creyente en Dios, creo, con
gran firmeza, que el sueño de Claudia Prócula, esposa de Pilato, fue el inicio
del plan divino para salvar a Jesús de la muerte, y para respaldar a este
auténtico y sincero profeta en lo que decía sobre la importancia y efectividad
de la oración, hecha con fe y devoción, y con acto de contrición de no volver a
infringir las leyes divinas y humanas.
Jesús estaba vestido elegantemente como
para una gran entrevista, lo que le daba un aspecto muy diferente al de un
vulgar criminal de los que Pilato estaba acostumbrado a sentenciar; y sobre
todo, porque después de interrogarlo, lo encuentra inocente. Si no hubiese sido
por la amenaza de Caifás, de acusarlo ante el emperador Tiberio, de no
sentenciar a un judío que se hacía llamar rey; y conociendo Pilato lo
intrigante que era Caifás, temió ser destituido del cargo de gobernador en
Judea; por eso, se lava las manos, es decir, lo sentencia contra su voluntad,
dejando a un Pilato dispuesto a conceder pronto la petición de entregar su
cuerpo a José de Arimatea, sin investigar y asegurarse de que Jesús estuviese
realmente muerto, y en tan poco tiempo. Ver VIDA DE JESUCRISTO DESPUÉS DE LA CRUCIFIXIÓN en http://vidadespuesdecrucifixion.blogspot.com/
Otra gran circunstancia favorable, lo
fue el hecho de que Marta, la hermana de Lázaro, fuese una de las damas
voluntaria que daban bebida narcótica para aliviar el sufrimiento de los
crucificados; y que hubiese sido ella quien preparó la fórmula que bajó la
fiebre mortal de Lázaro, dejándolo en un estado cataléptico bastante parecido a
la muerte; y para hacer perfecto el plan divino, la iluminó para que se le
ocurriera preparar esa bebida con la noble intención de aliviar el sufrimiento
de su Maestro, en lugar de preparar la misma bebida que había preparado para
anteriores crucificados. Ella jamás imaginó que la apariencia de muerto, casi
real, facilitaría que los soldados romanos lo creyeran efectivamente muerto;
pues con esa intención la bebían los faraones de Egipto, para que
experimentados médicos lo declarasen muerto, y después aparentar una resurrección
a los tres días, y a partir de ese momento ser venerados como dioses.
El plan divino no podía fallar. Después
que Jesús entra en un estado de muerte aparente, la gracia y la misericordia de
Dios hizo que se presentara un pésimo clima; el día se oscureció pronto por una
tormenta de arena fina, proveniente del desierto, lo que obligó a sanedristas
enemigos, sádicos y curiosos, parientes y amigos a abandonar prontamente el
Gólgota. Los soldados romanos también querían poner fin a su labor, y por eso,
quisieron desocuparse lo más pronto posible.
La lectura atenta del N.T. demuestra que
Jesús no estuvo en la cruz durante tres días; tampoco tuvo que sufrir
insolación, hambre o sed durante tres u ocho días. Por el contrario, sólo
permaneció en la cruz durante pocas horas de un viernes, sólo pocas horas antes
de la puesta del sol, ya que el día siguiente era doblemente sagrado; era el
sábado semanal y de pascua, último día de la gran fiesta de los judíos. Según
la costumbre judía, era ilícito dejar que alguien permaneciera en la cruz en el
día del sábado o durante la noche anterior a él. Los judíos observaban el
calendario lunar, considerándose la puesta del sol como el comienzo del día
siguiente. Prácticamente, en la tarde del viernes ya era sábado.
Quienes crean en mi relato pero no sean
devotos creyentes de Dios, pensaran que fue otra gran coincidencia que el
capitán Mangus estuviese agradecido con el Maestro, y fuese asignado para el
caso Jesús de Nazaret. Por eso, cuando José de Arimatea quiso que no profanaran
el cuerpo del Maestro quebrándole las piernas, es probable que el soldado
quebrador de piernas, en esa tarde, mirara al capitán, y éste estuviese mirando
hacia otro lado o simplemente se encogiera de hombros, como para dejarle la
decisión de recibir la propina de José. Al fin y al cabo, daba lo mismo
entregar un cadáver con o sin las piernas rotas.
Que José de Arimatea fuese rico y
tuviese un sepulcro privado para que Jesús no hubiese sido enterrado bajo
metros cúbicos de tierra, fue otra extraordinaria circunstancia. Por voluntad
divina, Jesús fue llevado a una tumba espaciosa donde se le pudo curar y
vigilar durante todo el tiempo que permaneció dentro de ella. Que Nicodemo
hubiese sido médico y, como tal, pudo reconocer que su Maestro estaba vivo y supo
cuidarlo para su pronta recuperación, fue el broche de oro con el que Dios
completaba su plan divino para salvar a Jesús de morir en la cruz, y para que
saliera vivo y bastante recuperado de la Tumba.
Y al igual que la posibilidad de que
Jesús fuese muerto durante el viaje de ida y vuelta de Egipto, era contrario a
la voluntad suprema de Dios que Él muriera en un madero.
Quien quiera ser salvado por Dios que
haga méritos como Jesucristo; y que aplique sus enseñanzas. Considero bastante
oportuno transcribir nuevamente lo que dice el apóstol Juan: “El que dice, «Lo
conozco», pero no obedece sus instrucciones, es un mentiroso y la verdad no
está con él. El que le obedece, en cambio, en ése de veras se realiza
plenamente el amor de Dios. Así nos damos cuenta de que estamos en él. El que
dice que continúa en él, ése debe comportarse como él se comportó. Carta de
Juan 1, 5, no incluida en el N.T. compilado en el Concilio de Nicea I.
Si Jesucristo hubiese resucitado en
cuerpo astral o celestial, sin posibilidades de ser detenido, y si Dios hubiese
estado interesado en demostrar, sin la
más mínima duda, que Jesús había encarnado con doble naturaleza (humana y
divina), porque estaba decidido a salvar a esta humanidad pecadora, muy
seguramente Dios, hecho Jesús, se le hubiese aparecido a Caifás y a todos sus
secuaces conspiradores, que pidieron su crucifixión; y para que todos los
jueces y poderosos del mundo ejerzan sus funciones con honestidad y justicia,
también se le hubiese aparecido a Pilato, un juez débil y mezquino, que por
intereses terrenales cedió a las presiones del tribunal sanedrista de
inquisición. Al respecto, el N. T. es muy claro cuando afirma que únicamente se
le apareció a los suyos, es decir, a amigos y parientes.
Yo creo que nuestro Dios Padre tiene el
poder para resucitar, pero me parece que ésta no es la manera cómo Él opera;
creo que no necesita transgredir las leyes naturales que Él mismo creó. A Él le
bastaba no permitir que muriera. Indudablemente sobrevivir a la crucifixión era
todo un milagro. Cuando alguien se salva de una muerte inminente decimos que ha
renacido; y el sinónimo de resurrección es renacer. La historia de la humanidad
es abundante en testimonios y hechos reales extraordinarios de personas que han
sobrevivido a circunstancias impensadas.
De haber muerto efectivamente en la
cruz, Jesús habría fracasado en el cometido que le fue asignado. Quiero decir
que Jesús no debía morir sin haber antes predicado a las tribus perdidas de
Israel, y haber demostrado que Dios escucha nuestras oraciones.
Si hubiese resucitado, lo habría hecho
con un cuerpo espiritual y eterno, es decir, que hubiese adquirido un cuerpo
inmortal sin heridas recientes de clavos usados en la crucifixión, libre de la
necesidad de caminar y de sentir hambre, sed y cansancio; y no hubiese
necesitado de 40 días para despedirse de sus parientes, amigos y seguidores.